“Se puede retirar a su aposento”. Esa es mi frase favorita todas las noches, una vez arropada por mi doncella.
Mi nombre es Vera, princesa de Casarrosa es un valle verde, con tonos grisáceos en invierno, con unos 10.000 habitantes, o mejor dicho súbditos. Me proclamé Princesa un día cualquiera, cuando mi tía Urraca murió, y el notario vino a mi casa para decirme que me había dejado su pueblo en herencia.
Me dedico a buscar a mi Rey ideal, pero no hay manera, todos los guapos están casados o son gay, suena típico, pero a mí me ocurre. Desde que me levanto, cuando mi doncella me abre las cortinas de las ventanas de mi alcoba, hasta que me arropa ella misma, no ceso en buscar a mi Rey. Dicen los cuentos que algunos príncipes están atrapados en cuerpos de ranas, es mentira, ya que por mucho que bese las ranas que me encuentro en mi Reino sigo “soltera y entera” y con unos virus estomacales de miedo.
Por ahora estoy con un joven apuesto que hace que mi tiempo libre sea menos aburrido, aunque no puedo decir que sirva para Rey, es posible que para Infante, pero no avanza de ese puesto.
Los candidatos que se crean capaces de gobernar mi Reino y sobre todo mi corazón,
que se dirijan sin prisa pero sin pausa, a mi Reino abandonado de la mano de Dios.
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