miércoles, 13 de octubre de 2010

Cuando dejé de ser yo


Y mi Otro Yo me abandonó. Y ahora no duermo por las noches.
Soy feliz durante el día, feliz en mi rutina, pero por las noches me ataca la amargura, el remordimiento, que están al acecho durante todo el día, pendientes del más mínimo indicio de flaqueza, pero no llegan a invadirme, a atrincherarme, porque entonces soy fuerte, segura, excepto por las noches.
A mi Otro Yo le pasó algo parecido a lo que le ocurrió a don Alonso Quijano, se le secó el seso de tanto leer. Pero en su caso no fueron novelas de caballería, sino de amor, las que tanto le gustaban, las que le hacían llorar. Pero a él no le interesaban las historias de amor rutinarias, las que todos podemos alcanzar. Ésas no.
Mi Otro Yo iba mucho más allá, ansiaba a su héroe, a su defensor de la justicia y la verdad, de la libertad. Ese que luchaba por una causa justa, ese cuya valentía rozaba la locura y cuyo amor la superaba.
Y me contagió este sentimiento, y fue ganando espacio en mi corazón. Y yo, que me enamoraba un día sí y otro también, dejé de hacerlo tan a menudo, me volví mucho más exigente, cada vez buscaba algo más parecido a aquello que imploraba el Otro Yo.
Entonces comencé a ser feliz por las noches, porque todo lo que hacía estaba acorde con aquello que buscaba, todo acorde con unos ideales, unos valores, todo tenía sentido. Sentido únicamente para mí, pero dormía por las noches. Él todavía no me amartillaba cada noche con pequeños comentarios, susurros que hacían de mi sueño un lugar incómodo, extraño.
Pero nadie venía a por mí, yo buscaba, pero nadie me encontraba. Nadie a quien entregárselo todo a cambio de acceder a un nivel superior, a elevar mi vida hasta ese lugar donde solo llegan las historias que merecen ser contadas, las que al Otro Yo tanto le gustaban, las que le hacían llorar.
Y me cansé de esperar. Hice mi vida al margen de esta búsqueda. Y alguien me encontró, no era lo que el Otro Yo quería, pero yo me conformé. Entonces comenzó a susurrarme por las noches, pero todavía conseguía dormir, peor, pero dormía. Hablaba de valores, de ideas, pero yo lo ignoraba. Y se cansó, como se cansa aquel que quiere hablar y siempre hay alguien que levanta la voz por encima de él, porque siempre había una voz por encima de la suya, la mía. Y mi Otro Yo me abandonó. Y ahora no duermo por las noches, porque ahora no sé quién soy. Porque mis ideas y mis valores se fueron con él. Porque ahora soy una marioneta y ni siquiera sé quién mueve mis hilos.

1 comentario: